Nació
en Guanajuato, Gto., el 19 de enero de 1882;
falleció en México, D.F., el
25 de junio de 1952. Categoría: Numerario;
silla que ocupó: XIII (no la ocupó)(6º). |
Raimundo
Sánchez
Entre los lingüistas más destacados
de la primera mitad del siglo XX se encuentra
Raimundo Sánchez. No fue sólo gramático
preocupado por mantener las normas que rigen el
idioma, sino un estudioso penetrante del lenguaje
que advertía que éste "evoluciona,
sigue su curso, porque es el conjunto de procedimientos
fisiológicos y síquicos de que dispone
el hombre para hablar, y las lenguas representan
la utilidad práctica de esos procedimientos".
Lector infatigable, siguió
con atención el desarrollo de la lengua
castellana, observó sus cambios y el modo
como se enriquecía; comparó sistemas
y con profundo sentido crítico, apoyado
en los hombres que han penetrado la filosofía
de la lengua, como Robles Dégano, Cuervo
y Bello y otras autoridades más, precisó
rotunda y conscientemente la estructura del idioma.
Con agudo análisis reparó en las
diferencias que cada época presenta en
sus formas idiomáticas, y advirtió
que la lingüística, como todas las
disciplinas humanas, debe renovarse periódicamente
con vigor.
Originario de Guanajuato, en
donde nació el 19 de enero de 1882, siguió
estudios formales en una institución eclesiástica,
en donde cultivó seriamente las humanidades.
En México consagrose a la enseñanza
de la lengua y la literatura en el ciclo del bachillerato,
principalmente en la Secundaria Número
Uno, en donde profesó también Carlos
González Peña, y en la Escuela de
Verano de la Universidad Nacional Autónoma,
en donde impartió ante un público
ansioso de saber, luminosos cursos de español
superior, en los cuales, apoyado en los más
notables escritores, analizaba el sentido de cada
una de las expresiones verbales y su lugar dentro
de la estructura gramatical. Jefe de clases de
español, comisionado en la revisión
de programas y encargado de numerosos grupos de
nutridos estudiantes, corta fue su producción
escrita. Recordamos aquí, a más
de su discurso de recepción en la Academia,
algunos estudios en torno de Cervantes, Lope de
Vega y Tirso de Molina. Sus clases de literatura
mostraban al hombre de buen gusto, al analista
crítico que revelaba a los alumnos los
aportes y aciertos literarios de las obras, situándolos
dentro de cada época y haciendo resaltar
la circunstancia especial en que florecieron sus
autores.
Fue de talla menuda, fino y recatado. Vistió
siempre de negro. Cano y corto su pelo, dientes
pequeños bien alineados y discreta nariz;
cubría sus ojos pequeños, vivaces
y penetrantes con ligeros espejuelos. De pocas
palabras, animábase en cátedra;
centelleaban sus ojos y giraba vivaz y graciosamente
las manos delicadas, nerviosas al formular sus
explicaciones claras, rotundas. En la amistad
ampliaba su conversación salpicada de ironía
exenta de maledicencia. Vivió con extrema
sobriedad, casi humildemente, en su modesta casa
de la calle de Lerdo, compartiendo saber y bienes
entre quienes lo necesitaron. Formó con
Carlos González Peña, Miguel Salinas
y Daniel Huacuja el grupo más importante
de gramáticos de su tiempo, y por sus merecimientos
fue admitido en la Academia, en donde pronunció
el 29 de abril de 1941 su discurso Purismo y pureza
de lenguaje, al cual respondió Carlos González
Peña, quien nos dejó de él
breve y amistoso retrato.
Falleció, cargado de merecimientos, en
la ciudad de México el 25 de junio de 1952.
Ernesto de la Torre Villar
Semblanzas de Académicos. Ediciones del
Centenario de la Academia Mexicana. México,
1975, 313 pp.
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