Nació en Tanhuato, Michoacán,
el 15 de febrero de 1913 y murió en
la ciudad de México el 5 de febrero
de 1994. |
Manuel
Ponce como Pellicer, no le daba importancia a
las fechas exactas. Tardíamente, se me
ocurrió buscar el acta de nacimiento (que
no existe) y la partida de bautismo (que acabo
de obtener, gracias a la eficacia de la parroquia
de Tanhuato, que me dio el servicio por correo,
con una simple llamada telefónica), porque
la Academia Mexicana de la Lengua prepara un libro
de Semblanzas de académicos para su aniversario
125 y, al encargarme la de Ponce, me entregó
su currículo, que discrepaba de la información
que él me había dado sobre su nacimiento
(y no objetó cuando la publiqué).
A continuación, corrijo errores. Nació
el 15, no el 19. Le pusieron J. Manuel Salvador.
Sus padres fueron Lorenzo Ponce y María
Josefa Zavala. Sus padrinos, Manuel Cerrato y
María Hernández Martínez,
no el párroco del lugar, José C.
Figueroa, que él recordaba como padrino
(y quizá lo fue de confirmación,
o de primera comunión, o simplemente de
protección al niño huérfano).
Entró a los once años, no a los
trece, al Seminario de Morelia, según los
registros escolares que fue a ver la doctora Perdomo.
Ella también verificó que la fecha
de ordenación fue el 15 de noviembre de
1936, no el 8 de diciembre (aunque esta fecha
figura en el folleto Bodas de oro sacerdotales,
Libros de México, 1987). Pero la discrepancia
en este caso se explica, porque se trata de dos
liturgias distintas: la ordenación y la
primera misa o cantamisa, poco después.
Lejanamente emparentado con el músico del
mismo nombre, fue el segundo de tres hijos (Adolfo,
Manuel, Olivia) de una familia de Puruándiro
que, estando de visita en Tanhuato, donde el párroco
era su pariente (y se volvió el modelo
del niño) tuvo que prolongar su estancia
por el cuartelazo del 9 de febrero, inicio de
la Decena Trágica. Su padre era comerciante
en semillas (quizá llegó a Tanhuato
de negocios) y murió en 1918. Su madre
lo interna en el Seminario de Morelia en 1924.
En 1934, por la persecución religiosa,
sale con sus maestros (entre ellos, el poeta Francisco
Alday) hacia un refugio clandestino en León,
Guanajuato. Recibe la ordenación en Morelia
sigilosamente, no en la catedral, que hubiera
sido lo normal, sino en la capilla de San José,
de manos de otro poeta michoacano: Luis María
Martínez, entonces obispo auxiliar de Morelia
y luego arzobispo de México y académico
de la lengua. (En 1950, todavía quedaban
polvos de la persecución: monseñor
Martínez tuvo la osadía de presentarse
a una sesión solemne de la Academia en
el Palacio de las Bellas Artes vestido de arzobispo,
por lo cual su colega Martín Luis Guzmán
le recordó el artículo 130 de la
Constitución y armó un escándalo,
contado por él mismo en su sabroso libro
sobre la Academia, Compañía General
de Ediciones, 1959.)
Pero el joven poeta y sacerdote no se fue del
seminario: se quedó como profesor de literatura
25 años más. En esa larga etapa
de claustro (1924-1961), hace vida de estudio
y oración, vida de libros y de amor "en
fórmulas abstractas", como dice el
irónico "Romance a lo Divino".
Así, casi en secreto provinciano, lejos
del Pío Latino, del Instituto Católico
de París, de la Universidad de Notre Dame,
un profesor enamorado de Dios escribe algunos
de los mejores poemas de la poesía católica
moderna.
Gabriel Méndez Plancarte (también
sacerdote, michoacano, poeta y miembro de la Academia)
celebró su poesía juvenil en la
revista Ábside, donde publicó "Ocho
poemas inéditos" de un "artista
original y profundo" (enero de 1939). Además,
publicó su primer cuaderno poético,
Ciclo de vírgenes (1940), que fue muy bien
recibido entre los escritores de Taller, Tierra
Nueva y Romance: páginas dedicadas al libro;
cena homenaje de León Felipe, José
Moreno Villa, Alí Chumacero y otros, con
palabras de Octavio Paz; artículos elogiosos
de José Luis Martínez y Adolfo Sánchez
Vázquez; publicación de poemas suyos
en Letras de México y El Hijo Pródigo.
Y se comprende: no era común que un sacerdote
escribiera poesía de vanguardia. Como dijo
Cyril Conolly en The Modern Movement: "Fuera
de Hopkins, los escritores católicos casi
nunca experimentan."
Después de este cuaderno, publica otros
dos, también Bajo el Signo de Ábside:
Quadragenario y segunda pasión (1942) y
Misterios para cantar bajo los álamos (1947),
este último con jaicús a lo
divino que llamaron mucho la atención.
En 1944, funda la revista literaria Trento, que
dirige hasta el último número en
1968. En 1969, deja Morelia para residir en México
y hacerse cargo de la Comisión Nacional
de Arte Sacro, órgano del episcopado mexicano,
cuya fundación promovió y de la
cual fue secretario hasta su muerte. Organizó
la publicación del libro Il barocco del
Messico (Jaca Book, Milán, 1991) y la celebración
del Primer Simposio Internacional de Arte Sacro
en México (1992). Por sus trabajos en favor
del arte sacro, Juan Pablo II, al formar la Comisión
Pontificia para la Guarda y Fomento del Arte y
de la Historia, lo nombró consultor (1991);
y en mayo de 1992 le concedió el título
honorífico de Capellán del Papa,
con la prerrogativa (que no usó) de ser
llamado monseñor.
En 1962, publicó Cristo (recital poético,
1959), María (recital poético, 1961)
y en 1968, Elegías y teofanías,
ambos en Editorial Jus. El 14 de octubre de 1977
ocupó la silla XIV de la Academia Mexicana
de la Lengua con un discurso sobre La elocuencia
sagrada en México, respondido por Alí
Chumacero (ambos publicados por la Academia en
sus Memorias, tomo XXIV, pp. 138-157 y también
como opúsculo, 1977).
Leyó mucha poesía en español,
francés, italiano y latín. Siendo
seminarista, leyó a Góngora (para
saber de qué se trataba, porque lo acusaban
de gongorino) y luego a los poetas españoles
seguidores de Góngora, especialmente Rafael
Alberti (cuyo libro Sobre los ángeles influye
en Ciclo de vírgenes) y Gerardo Diego (cuya
musicalidad igualó). Leía poco el
inglés, y se enteró muy tarde de
Gerard Manley Hopkins, con el cual tuvo paralelismos.
Sacerdotes, poetas, innovadores, cuya originalidad
les ganó incomprensiones del medio religioso
y admiración del medio literario; que estuvieron
dispuestos a sacrificar su vocación poética
a su vocación sacerdotal; que se interesaron
en la música hasta intentar la composición;
que llevaron al verso su interés musical,
con invenciones de una música refinada
y difícil; que inventaron cosas todavía
más difíciles: nuevos sentimientos
religiosos, un frisson nouveau donde menos se
esperaría. En sus mejores poemas, las ideas,
los temas, los sentimientos, el vocabulario, la
adjetivación, las imágenes, la métrica,
rompen las convenciones de la poesía religiosa:
inventan su propia forma de religiosidad poética,
renuevan el lenguaje poético de la experiencia
de Dios.
El jardín increíble, que ahora se
reedita, es su libro principal. Aquí despliega
con mayor audacia y extensión las revelaciones
de sus primeros cuadernos. Un lenguaje inusitado
para expresar lo religioso. Una experimentación
técnica que no se queda en las búsquedas
interesantes, sino que culmina en formas de admirable
belleza. Una maestría renovadora de los
metros tradicionales y de los menos frecuentados
(el verso blanco, el eneasílabo, el endecasílabo
agudo). Un oído de compositor de música
de cámara. Metáforas audaces. Sentido
del humor y del juego. Una sorprendente originalidad
moral, religiosa y artística.
Fue antologado en La poesía mexicana moderna
de Antonio Castro Leal (FCE, 1953); Antología
mexicana de poesía religiosa. Siglo veinte
de Carlos González Salas (Jus, 1960); Anuario
de la poesía mexicana, 1961, de Porfirio
Martínez Peñaloza (INBA, 1962);
Mil y un sonetos mexicanos, del siglo XVI al XX
de Salvador Novo (Porrúa, 1963); La poesía
mexicana del siglo XX de Carlos Monsiváis
(Empresas Editoriales, 1966); Jardín moreliano
de poetas de Ramón López Lara, Agustín
García A. y Porfirio Martínez Peñaloza
(Balsal, Morelia, 1970); Ómnibus de poesía
mexicana de Gabriel Zaid (Siglo XXI, 1971); Museo
poético de Salvador Elizondo (UNAM, 1974);
Flor y canto de poesía guadalupana. Siglo
XX de Joaquín Antonio Peñalosa (Jus,
1984); Breve historia y antología del haikú
en la lírica mexicana de Ty Hadman (Domés,
1987); La rosa de los vientos. Antología
de poesía mexicana actual de Francisco
Serrano (Conaculta, 1992); Poesía religiosa
mexicana. Siglo XX de Jorge Eugenio Ortiz Gallegos
(Lajas de Papel, 1998); Poesía en segundos
de Víctor Manuel Mendiola (Cal y Arena,
2000).
En 1980, publiqué una Antología
poética de su obra (Letras Mexicanas del
FCE, reeditada en Lecturas Mexicanas del Conaculta
en 1991). En 1982, apareció Manuel Ponce,
antología de Jorge González de León
y Javier Sicilia (UNAM, Material de Lectura).
En 1987, Some of my poems con traducciones y presentación
de María-Luisa Rodríguez Lee (Pittsburgh,
Latin American Literary Review). En 1988, Poesía
1940-1984, edición preparada por Javier
Sicilia y Jorge González de León
(UNAM). Ese mismo año, también en
la UNAM, la colección Voz Viva de México
publicó el disco Manuel Ponce, donde lee
sus poemas, presentados por Vicente Quirarte.
En 1993, Fernando Díaz de Urdanivia editó
un disco de Poesía religiosa (Editart)
con cuatro "Misterios" cantados por
Margarita Pruneda, con música de Leonardo
Velázquez. En 1994, María Teresa
Perdomo publicó La poesía de Manuel
Ponce con prólogo de Alejandro Avilés
(Universidad Michoacana de San Nicolás
Hidalgo) y Tarsicio Herrera Zapién, Dos
patriarcas sonrientes: Mons. Manuel Ponce y Mons.
Octaviano Valdés (Obra Nacional de la Buena
Prensa).
Solitario, pero siempre cordial; contemplativo
(y hasta con algo de poeta despistado), pero lleno
de iniciativas de servicio; cumplía con
sus funciones pastorales (fue párroco más
de una vez), pero le daba especial importancia
a la revelación de Dios en el arte. Tocaba
el piano y compuso algunas sonatas que prefirió
no publicar. Organizó en Morelia el Instituto
Arca (Arte y Caridad) con talleres de poesía,
música y pintura; y en la ciudad de México
una Casa de la Poesía. Promovió
que el arte moderno entrara a la vida religiosa
y defendió el antiguo de la incuria oficial
y parroquial. Parecía tener la fe religiosa
expresada por Dostoyevski: La belleza salvará
el mundo.
Gabriel Zaid
http://www.letraslibres.com/index.php?art=6343
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