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Humanista mexicano
   
 
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AUTORES Y ACTORES
16 GENERACIONES
SIGLOS XVIII-XX
(Antecedentes y consecuencias)


Generación 1705
El nacimiento de Rousseau



Generación 1720
La crítica de la razón




Generación 1735
La rebeldía de los jesuitas




Generación 1750
La intelligentsia criolla




Generación 1765
La intelligentsia revolucionaria




Generación 1780
Albores de la Independencia




Generación 1795
Forjadores de la Independencia




Generación 1810
La pléyade de la Reforma



Generación 1825
Los "tuxtepecadores"




Generación 1840
El segundo imperio



Generación 1855
Científicos, entre Azul y buenas noches



Generación 1870
Revolucionarios de entonces




Generación 1885
Del Ateneo, el centenario y la Revolución




Generación 1900
Contemporáneos y siete sabios



Generación 1915
Artífices del México moderno




Generación 1930
El Medio siglo


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La ronda de las generaciones


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Humanistas mexicanos
e hispano americanos

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La tradición humanista es una constante en la evolución de la lengua en que habitamos como nación, que es a su vez la simiente donde florece nuestra historia, tradición que se expresa en diferentes autores y periodos históricos que se presentan a nuestros lectores en este sitio web.


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PERSONAJES HISTÓRICOS EN EL ESTADO DE MORELOS


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CRONOLOGÍA MORELENSE

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MOSAICO HISTÓRICO DEL ESTADO DE MORELOS

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VIDEOTECA


JAVIER GARCIADIEGO
(VIDEO)

De Justo Sierra a Vasconcelos

(TEXTO)

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AMBROSIO VELASCO
(VIDEO)

Republicanismo y multiculturalismo

(TEXTO)

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OCTAVIO RODRÍGUEZ ARAUJO
(VIDEO)

La Revolución mexicana:
de la institucionalización autoritaria a la democratización

(TEXTO)

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PATRICIA GALEANA
El liberalismo en la construcción de México

(VIDEO)

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GLORIA VILLEGAS
La Convención de Aguascalientes
(VIDEO)
HUMANISTAS MEXICANOS
HUMANISTAS MEXICANOS



JOSÉ MARÍA MORELOS Y PAVÓN
Padre fundador de la Nación Mexicana
Generación 1765

 

Nació el 30 de septiembre de 1765 en la ciudad de Valladolid que hoy se llama Morelia y es capital del estado de Michoacán. Fue hijo de Manuel Morelos y de Juana Pavón. El abuelo era maestro y el padre de oficio carpintero. Al morir su padre recibió la protección de su tío Felipe Morelos. Pertenecía, pues, a familia modesta y de escasos recursos.


José María Morelos

Primeros años
José María pasó sus primeros años entregado a labores agrícolas. Más tarde fue pastor de ganado. Tal vez con el ánimo de conocer mundo y de ganar más dinero se dedicó a la arriería que entonces era profesión de mucho provecho. Los arrieros viajaban por todos los caminos, veredas y vericuetos, valles y montañas del ancho territorio del país. Iban de un sitio a otro, llevando y trayendo mercancías. A veces hacían viajes larguísimos; de las tierras del norte a las playas del sur y del oriente.
Morelos iba con los arrieros que recorrían las rutas de Valladolid, México y Acapulco. Con estos oficios y estos viajes conoció a los hombres, la pobreza de los indígenas y descubrió el secreto de los valles, de las montañas, de los ríos y bosques. Así penetró en el escenario de sus futuras hazañas militares.

Sus estudios
No se sabe cómo ni por qué, de pronto, abandonó aquellos trabajos rústicos y decidió entregarse a los estudios. Quizá influyeron en tan importante decisión los consejos de personas mayores que descubrieron en él muestras de inteligencia y buen criterio. Así vemos que en Valladolid se inscribió en 1790 en el Colegio de San Nicolás, donde enseñaba don Miguel Hidalgo y Costilla. Después pasó al Seminario Tridentino. Y más tarde se trasladó a México y en la Universidad Pontificia, en 1795, recibió el grado de bachiller. Completados sus estudios mereció la investidura de presbítero.




El cura
Mientras vivió en Valladolid no se separó de su madre ni de su hermana Antonia. Amoroso, cuidaba de todo lo que habían menester sus familiares. De 1796 a 1798 residió en Uruapan donde para ayudarse daba clases de gramática y retórica a los niños que iban a seguir cursos superiores en México.
En 1798 fue designado cura de Churumaco, pequeño pueblo de unos cuantos vecinos. A este lugar se trasladó con su familia. Apenas empezaba a ejercer su ministerio, su madre se enfermó de gravedad. Tan mal se puso que Morelos decidió enviarla a Valladolid para que la vieran no brujos, sino verdaderos médicos. La madre no resistió el viaje, empeoró y al pasar por Pátzcuaro murió.
Más tarde Morelos fue cura en Carácuaro, donde su vida fue todavía más miserable pues los vecinos a duras penas cubrían las cuotas debidas para su sostenimiento. Vivió así en la más callada pobreza, como correspondía a la humildad cristiana de los curas mexicanos vinculados a las aldeas y pueblecitos donde ejercían su ministerio.

 


La entrevista de Morelos e Hidalgo
El espíritu de esta entrevista la ha recogido la leyenda de los patriotas mexicanos. Según cuentan las gentes, un día se le presentó Morelos a Hidalgo y le dijo:
- Señor, quiero ser capellán del ejército insurgente.
Hidalgo le replicó:
- ¿Entonces abandona su curato, padre?
- Sí, señor, ya lo he abandonado.
- ¿Está decidido a unirse a nuestra causa, no obstante los peligros que va a correr?
- Mi decisión es antigua. Vine a Valladolid para cerciorarme del movimiento y también para ver una vez más, con mis propios ojos, las injusticias que sufre el pueblo, las mil formas de despotismo que sufre, la crueldad de los capataces y las intrigas de la Inquisición. Por todo esto estoy dispuesto a unirme a los que luchan por la patria.
Entonces el cura Hidalgo, tendiéndole los brazos le dijo:
- Mejor que capellán, será usted general en nuestros ejércitos.



La idea insurgente
De tiempo atrás el pueblo -el pueblo era mexicano dentro del propio régimen de la Nueva España- anhelaba la independencia y la libertad. En pleno periodo virreinal hubo sublevaciones de indios, de negros y de criollos contra el absolutismo que sufría el país. Todas fueron sofocadas a sangre y fuego. Parecía que la lucha era inútil porque sobre el pueblo pasaban fuerzas militares, económicas y eclesiásticas.
Es casi seguro que por este tiempo, Morelos había tenido correspondencia con emisarios del cura Hidalgo y los conspiradores de Querétaro. La idea de la insurgencia empezaba a tomar cuerpo en diferentes núcleos sociales.
La situación que prevalecía en España era propicia para el movimiento libertador. El rey de España había sido depuesto por Napoleón. El pueblo español estaba en rebeldía con el invasor francés. Los mexicanos pensaron entonces, con razón, que desaparecidos los poderes españoles, la soberanía de estas colonias de América tenía que recaer en el pueblo mismo. Nadie más que el pueblo era capaz de crear la naturaleza de su gobierno. Tal era la idea de los insurgentes mexicanos y de los insurgentes del sur de América, según lo habían de manifestar Bolívar, Artigas y San Martín.
Es posible que Morelos, desde antes del grito de Dolores, hubiera hecho ya preparativos para sublevarse con la gente de su parroquia. Acaso tenía en su curato armas y municiones. Un día, madurada su idea de protesta, se dirigió a Valladolid para informarse mejor de los pasos que daba el incipiente movimiento insurgente.
Aquí vino su bautizo de fuego. Se enfrentó con tropas realistas que andaban merodeando por aquellos contornos. Aunque el tiroteo fue recio por ambas partes no se llegó a una batalla formal. Morelos acabó por guarecerse en el campamento que había establecido. Tal fue su primera experiencia militar. En seguida entendió que el coraje de los hombres debía ceñirse a la disciplina y al buen orden para obtener triunfos perdurables. Morelos tenía agallas para hacer de aquellas chusmas un ejército digno de la causa que defendía.


Morelos insurgente
Entonces surgió el Morelos insurgente. Las estampas de la época nos lo muestran como un hombre de tez broncínea, de pelo negro, de mirada penetrante y de gesto agrio. Su vestimenta era una mezcla de sotana y de arreos militares. Tal parece que no quiso desprenderse de su hábito sacerdotal. Era cura y soldado al mismo tiempo. Una de sus características fue el pañuelo con que se cubría la cabeza. Era buen jinete y sabía conducir sus caballos al paso conveniente de las peripecias de la guerra y de los caminos por donde transitaba. Cuando en el filo de una loma aparecía jinete en su caballo negro era como el anuncio de una fuerza ciega que estaba a punto de desatarse sobre el enemigo. Su sola presencia imponía respeto. Cuando se lanzaba al combate brillaban por igual sus ojos y su desnuda espalda.

Su primera campaña
Nació el guerrillero. Morelos empezó por allegarse hombres y armas. Salió de Carácuaro, ya como lugarteniente de Hidalgo, con 25 hombres armados con escopetas y lanzas. En seguida emprendió la marcha hacia Zacatula con el propósito de engrosar su ejército en el camino y en las rancherías del tránsito obligado. Su plan consistía en acercarse a las costas surianas de México.
En esta gira se le unió el capitán Marcos Martínez que disponía de 50 hombres armados con armas de fuego. Más tarde en Patallán se le agregaron otros 100 hombres también armados con fusiles y poseedores de algún parque de cacería. En Tecpan se le juntaron los hermanos Galeana que tanta fama habían de alcanzar durante las luchas insurgentes. Los Galeana aportaron armas de fuego y hasta un viejo cañón pero que todavía daba buen servicio.
Cuando Morelos llegó a Aguacatillo contaba con una tropa de más de 3 000 hombres más o menos armados, pero dispuestos a dar la pelea. Así continuó su marcha por las playas del sur hasta acampar en el pueblo de Pie de la Cuesta. En hora buena, se le unió un buen contingente de indios procedentes de Atoyac.

 


Asalto a la fortaleza de San Diego, de Acapulco
Asaltar la fortaleza de San Diego, de Acapulco, era una audacia militar que sólo Morelos podía acometer. Un acto así de tanto empuje estaba de acuerdo con su carácter y su temperamento. La fortaleza rechazó con bizarría los asaltos de los insurgentes. No flaqueó nunca. Disparaban sin cesar los cañones realistas emplazados en las murallas del fortín y no dejaban de hacer fuego las fragatas surtas en la bahía. Para evitar una desbandada de sus tropas novatas, Morelos se plantó en un camino, aun a riesgo de ser atropellado por los suyos. Ante su ejemplo muchos se contuvieron en su carrera y volvían a la carga. Morelos les gritaba:
- No huyan, no huyan porque estamos ya fuera de peligro.
Luego, cuando su gente empezó a juntarse añadió:
- En Tecpan nos vamos a acuartelar.
Ya con esta orden logró salvar gran parte de su ejército. Una vez en Tecpan se dio a la tarea de reorganizar y abastecer su ejército.


Tixtla
Después de revisar sus tropas en Tecpan se encaminó a Tixtla. La batalla que tuvo lugar en esta población es digna de recordación histórica. Frente a la plaza los clarines de Morelos tocaron paso de ataque. Su cañoneo tiró la torre de la parroquia, desmontó la artillería enemiga e infundió el pánico entre los españoles. Tixtla se convirtió en un caos. Los Galeana, Vicente Guerrero y los Bravo atacaron simultáneamente por diferentes flancos. Por último se asaltó la trinchera del atrio de de la parroquia y así se derrumbó la resistencia del enemigo. En ese instante las tropas del rey tocaron parlamento y a poco se rindieron a Morelos. El cura de la localidad, vestido con sus ornamentos y acompañado de otros sacerdotes y numerosos vecinos salió a la plaza para hablar con el caudillo. Ante ellos Morelos se descubrió pero no se desmontó de su caballo y con voz recia que denotaba su coraje dijo:
- ¿A qué viene, señor cura, todo este aparato que ha armado? Nadie ofende a los vecinos de este pueblo. Vuelva usted a su iglesia y tranquilice a la gente que sólo usted ha soliviantado y engañado. Traemos paz y libertad y no ruido ni temores.
Luego Guerrero arengó a los prisioneros con tal brío y tal sinceridad que muchos se pasaron a las filas de los insurgentes.
Después de esta acción Morelos se dirigió a Chilpancingo y los Bravo se quedaron en Tixtla para guarecer la plaza y nombrar nuevas autoridades.

 


Chilpancingo
La marcha sobre Chilpancingo la realizó Morelos con poca gente armada. Ni la milicia ni la población de Chilpancingo imaginaban la proximidad del enemigo. Por aquellos parajes, entre selvas y montañas, se vivía en la más completa ignorancia de la realidad. Cuando menos lo esperaba la gente de Chilpancingo ya tenía encima la tropa de Morelos. En una colina cercana aparecieron varios jinetes; uno de éstos, el que empuñaba una bandera negra, era Morelos. Antes de entrar en batalla, hizo que uno de sus lugartenientes bajara al pueblo con bandera blanca, para intimar la rendición.
Después de oír las palabras del mensajero, el capitán español contestó:
- Dígale a su jefe que los soldados del rey no se rinden.
Entonces Morelos dio la orden de ataque y picó espuelas. Sólo se detuvo en el centro de la plaza.

Chilapa
Este centro indígena, casi en las goteras de Chilpancingo, fue mientras tanto el centro militar de las acciones de Morelos. Aquí pudo juntar provisiones y requisar armas. Los telares del lugar le fueron muy útiles, pues con sus telas y mantas pudo vestir con más decoro a su ya numeroso ejército. En breve tiempo impuso, como él sabía hacerlo, orden y disciplina entre aquella gente arrancada del campo y que estaba hecha a cualquier caprichosa libertad. Con mano dura castigó las deserciones y de modo especial la pérdida o la destrucción de las armas, que con tanta dificultad se podían allegar. Los dinero que se agenciaba los destinaba al servicio de la causa insurgente; jamás se supo que se empleara en provecho personal de algún jefe o de sus familiares. Así fue como se ganó Morelos la confianza y veneración de sus huestes.

 


Contratiempos
Por aquel entonces se supo de la prisión y muerte de Hidalgo y Allende. Tan tremenda desgracia era capaz de desmoralizar y de abatir a los insurgentes, que apenas empezaban a adiestrarse en las cosas de la guerra. Esta pérdida fue una verdadera amenaza para la disciplina del ejército. Vino luego a agravar la situación la asonada que fraguaron Mariano Tavares y David Faro. La buena marcha del movimiento a punto estuvo de comprometerse. Pero Morelos actuó con rapidez y energía y desbarató la intriga, restableció el orden y a los cabecillas los mandó fusilar. No podía hacer otra cosa, si quería mantener el principio de autoridad y la necesaria unidad de acción que reclamaba la causa.

Cuautla
Morelos tomó la plaza de Tlapa sin encontrar verdadera resistencia. Seguro de su derrota el enemigo prefirió retirarse con la mayor parte de sus elementos. Quedaban a la vista las puertas de Cuautla, población principal situada en el cruce de importantes caminos que iban hacia el sur y a la meseta del norte. En cuanto Mateo Musito se dio cuenta de la aproximación de Morelos, se encargó de la defensa de la ciudad; tomó las medidas bélica que estimó necesarias: fortaleció su propia casa y el convento y levantó trincheras en las principales calles. Juntó a la gente de que podría disponer y la distribuyó en los sitios más vulnerables. Pero Musito no contó con la audacia de Morelos y la entereza de sus huestes. Morelos, con los cien hombres de su escolta y un grupo de indios flecheros, asaltó la plaza y en breve tiempo dominó las fortificaciones. En un momento el grueso de su ejército cayó sobre los realistas, los redujo a la inacción y Musito, en unión de sus oficiales, cayó prisionero. Musito ofreció 50 000 pesos por su vida, pero Morelos no aceptó y lo mandó fusilar. Así Morelos dominó aquella importante plaza.

Tenancingo
En enero de 1812, cuando Morelos se presentó con sus huestes frente a la plaza de Tenancingo, sin dar tiempo a que el enemigo se pusiera en plan de defensa, dispuso sus tropas en plan de batalla. Los clarines anunciaron fuego y fue tan fulminante el ataque que los españoles, después de desesperada lucha a veces cuerpo a cuerpo, tocaron retirada y abandonaron el reducto, pero antes de retirarse incendiaron la población. En su fuga dejaron en manos de Morelos un gran botín de guerra, artillería, municiones y bastimentos. La gloria de Morelos creció y bajo sus banderas se cobijaron nuevos hombres que engrosaron las filas insurgentes.


El sitio de Cuautla
Por entonces la situación del Virreinato estaba comprometida. La capital se veía casi aislada. Escaseaban los víveres, no podían llegar por los canales de Chalco y de Xochimilco, ni granos ni aves ni hortalizas. Los comerciantes con este motivo subían los precios de lo más indispensable. Los caminos se veían asediados por las gavillas de insurgentes y también por forajidos que se valían de la ocasión para cometer depredaciones. No era posible transitar por las calzadas que iban a Valladolid, Puebla, Tlaxcala, Orizaba y Veracruz. Toda la región de Oaxaca estaba prácticamente en manos de los insurgentes.
El virrey pensó, con acierto, que era indispensable atacar al mismo tiempo Cuautla, Izúcar y Taxco. Pero como no tenía tropas suficientes para emprender con éxito una campaña de tal envergadura, decidió concentrar sus esfuerzos sobre la plaza de Cuautla..
Morelos, no se arredró ante tal amenaza y se dispuso a resistir cualquier ataque. Cuautla era un sitio estratégico favorable para la defensa. Estaba rodeada de haciendas propicias para recabar bastimentos y acarrear agua. El clima, además, fuera de la temporada de lluvias, era apacible y hasta ofrecía un buen regalo al espíritu.

Izúcar
Después de la toma de Cuautla, Morelos se dirigió a Izúcar. Esta plaza no le ofreció resistencia; tal era el temor que infundía la sola presencia de Morelos y de sus gentes. El cura Matamoros, no malgastó el tiempo y desde un principio se dedicó a fortificar la población previendo el casi seguro ataque de los realistas que merodeaban ya por el lugar. Y así sucedió: a los pocos días los españoles en grupos cerrados cayeron sobre Izúcar. En su primer empuje lograron penetrar en la plaza no obstante sus recias trincheras; pero no pudieron afirmar sus posiciones; fueron rechazados y en la refriega murieron dos de sus principales jefes y perdieron la artillería que habían arrastrado hasta el lugar. Para librarse de un desastre tocaron retirada.
Las tropas de Morelos, se componían de 1 000 hombres de a pie, 1 000 a caballo y otros 1 000 que se utilizaban en trabajos de la retaguardia. Mientras Morelos se aprestaba a la defensa de la plaza, Calleja formalizaba sus planes de ataque. Obrando con premura quiso aprovechar un sitio que estimó débil y lanzó una embestida con un buen núcleo de sus tropas. Pero el mismo Morelos le salió al encuentro y lo hizo con tanta temeridad que estuvo a punto de caer prisionero. Morelos decía a los suyos que lo instaban para que se retirara:
- Vale más morir peleando que regresar corriendo a Cuautla.
Mientras retornaba a la ciudad, después de haber desbaratado el asalto de Calleja, Galeana que iba a su lado le dijo:
- Señor, vamos más de prisa. Vamos a otro paso.
- Amigo -le respondió Morelos- mi caballo no tiene otro paso.
Al día siguiente Calleja intentó otro asalto a la plaza. Esta vez se valió de sus cuadros más aguerridos. Después de un largo encuentro, los españoles se creyeron ya dueños de la principal trinchera, iban a gritar victoria cuando don Hermenegildo Galeana salió en su defensa y a boca de jarro mató al capitán que dirigía el asalto. Su tropa se desbandó. En otro punto que peligraba, el niño Narciso García Mendoza, al ver que faltaban los artilleros, con osadía increíble, dio fuego a un cañón que hizo estragos ante el enemigo. Así se salvó la posición amenazada. Tan recia fue entonces la defensa de los insurgentes que Calleja ordenó una nueva retirada.
Ante este triunfo, Galeana pretendió atacar al enemigo en su propio cuartel, pero Morelos, prudente y sabedor de que sus fuerzas no eran capaces de sostener un combate a campo abierto, se opuso a tal medida y decidió esperar el desenvolvimiento de la guerra.
El tiempo posterior lo gastaron ambos contendientes en fortalecer sus posiciones y en adiestrar a sus tropas. Antes de un nuevo ataque, Calleja ordenó un recio cañoneo sobre la plaza; pensó que sería suficiente para doblegar toda resistencia. Pero resultó que después de cada disparo los insurgentes reparaban los desperfectos, hacían repicar las campanas y como cosa de juego y de burlas salían en procesión con cánticos y danzas.
Para dar más mal a los españoles, a medida que se alargaba el sitio, se acercaba el tiempo de las lluvias que haría casi imposible el tránsito regular de las tropas y sería inútil intentar mover la artillería. El clima, además, se tornaría cada vez más insoportable, con todas sus consecuencias de enfermedades.
Entonces pensó Calleja que levantar el sitio equivalía a una derrota y a dar ánimo al enemigo para proseguir con más brío su campaña. El triunfo, en efecto, estaba en manos de Morelos. Pero factores imponderables torcieron el destino de la causa. Empezaron a faltar, en forma alarmante, los víveres y el agua. Además los refuerzos que esperaba no pudieron llegar, tal vez detenidos por tropas enemigas que merodeaban por el rumbo. Así cundió el hambre y la sed y se hizo peligrosa la desesperación de las tropas. La población se encontró también en lamentable situación física. Morelos tomó consejo de sus lugartenientes y después de sopesar las posibles eventualidades del caso, decidió romper el sitio.
Para despistar al enemigo mandó encender fogatas en la plaza. Calleja, ofreció indulto general y fijó cuatro horas para recibir respuesta. Morelos no contestó, dejó pasar el plazo que se le concedía y dispuso la evacuación. En la madrugada del 2 de mayo de 1812 empezó a salir la tropa. La retirada por desgracia, fue sorprendida por los vigías y escuchas del enemigo. Vino el ataque de los realistas, se generalizó el combate, la enconada persecución de los fugitivos se hizo implacable y sobrevino la confusión enmedio de las tinieblas de la noche y nadie podía mandar a derechas y nadie supo cómo obedecer.
Triunfó Calleja, pero Morelos logró salvar parte de sus tropas con no pocas de sus pertenencias bélicas. Al amanecer, a lo lejos, se veía el ejército insurgente que se alejaba. Enturbiaba su marcha el polvo de la caballería. A su cabeza iba Morelos. Todavía era Morelos.
El sitio había terminado después de setenta y dos días de lucha. El sitio y la evacuación constituyeron uno de los episodios más heroicos de la guerra de Independencia.



Se rehace Morelos
Después de romper el sitio de Cuautla y de salvar a duras penas los restos de su ejército, parecía que Morelos no podría alzar cabeza ni reanudar la lucha en favor de la causa. Pero Morelos tuvo coraje bastante para marchar en auxilio de Valerio Trujano que se encontraba en situación desesperada y mal se sostenía en Huajuapan. El ataque de Morelos decidió la suerte de los insurgentes de Trujano. Los realistas no tuvieron más remedio que tomar los abruptos caminos de Oaxaca.
En Tehuacán, Morelos se hizo dueño de los caminos de Oaxaca, Puebla y Veracruz. Así desbarató las comunicaciones más indispensables con la capital del Virreinato.
En una de estas acciones Nicolás Bravo, por órdenes de Morelos, asaltó el convoy que venía de Veracruz y se dirigía a México. En esta acción capturó grueso botín y 300 prisioneros españoles y a estos hombres les perdonó la vida no obstante de que acababa de recibir la noticia de que su padre, don Leonardo, había sido agarrotado. La nobleza de Nicolás Bravo ha sido considerada como una de las más nobles que se realizaron en la guerra de Independencia.
El 29 de abril de 1812 apareció Morelos frente a Orizaba con un ejército de 1 200 hombres. Sus movimientos fueron tan rápidos que los defensores casi no pudieron hacer resistencia y al cabo de breves tiroteos, huyeron hacia Córdoba. Morelos no se detuvo en Orizaba y volvió a Tehuacán, plaza de más posibilidades estratégicas.
En Tehuacán se le incorporaron Matamoros con 2 000 hombres procedentes de Izúcar y 2 000 más que aportó Nicolás Bravo.
Así pudo reunir casi 5 000 hombres. Con ellos decidió invadir la región de Oaxaca. La marcha por montañas y vericuetos inaccesibles fue lenta y penosa. Sólo la presencia de Morelos y de sus leales lugartenientes pudo realizar tal hazaña. Se detuvo frente a Oaxaca el 25 de noviembre de 1812. Dispuso sus planes con la celeridad y firmeza que en él eran proverbiales. Su orden de ataque tenía nada más que estas palabras:
- Acuartelarse en Oaxaca.
El asaltó se empezó a las 12 de la mañana y en seguida el fuego se generalizó por ambas partes. Pero los insurgentes, a medida que pasaban las horas, fueron ocupando las trincheras del enemigo, donde dejaban ondeando la bandera de México. Morelos en su caballo negro recorría los puntos más peligrosos de sus avanzadas. Así infundió ánimo y coraje a sus tropas.
Al fin llegó la victoria; cayeron los últimos reductos del enemigo. A las 2 de la tarde del mismo día Morelos, rodeado de sus lugartenientes, hizo su entrada triunfal en la Plaza Mayor.
Esta fue la última etapa de sus grandes triunfos. Orizaba, Tehuacán y Oaxaca son las victorias de un ejército dirigido por un capitán genial.
La nobleza de Nicolás Bravo ha sido considerada como una de las más nobles que se realizaron en la guerra de Independencia.


Sitio de Acapulco
La toma de Oaxaca tenía una consecuencia militar lógica e inaplazable: el sitio de Acapulco. Así lo entendió Morelos. El 9 de enero de 1813 su ejército tomó las medidas para emprender la conquista del puerto. El 14 de marzo Morelos ordenó ya la marcha de su ejército, dividido con todos los rigores de la disciplina. Antes de un mes, el 6 de abril, inició sus operaciones de ataque.
Después de seis días de constante bombardeo y de descargas de fusilería, la tropa insurgente pudo ocupar el puesto avanzado de los realistas que se denominaba La Caleta. Pero todavía el asedio de la plaza había de durar meses y meses. Fue hasta el 20 de agosto de 1813 que los insurgentes pudieron tomar la fortaleza de San Diego. Acapulco cayó en manos de Morelos y la bandera de los insurgentes fue izada en el torreón más alto de la fortaleza. En el acto formal de la entrega de la plaza Morelos dijo:
- Viva España, pero la España hermana, no la dominadora de América.

 


Los meses trágicos
Los siete meses que gastó Morelos en la campaña -desde la salida de Oaxaca hasta la toma de Acapulco- fueron trágicos para su vida militar y también para la causa de la libertad nacional. Los triunfos de Morelos encubrieron el anuncio de su postrer abatimiento. Estos meses los aprovechó el virrey para reorganizar su ejército y perseguir con saña las partidas rebeldes que merodeaban por los caminos y pequeños poblados en el centro del país.
Además, la presencia de Morelos en Acapulco era vigilada de cerca por nuevas tropas realistas de refresco y bien pertrechadas. De hecho estaba sitiado y sin esperanzas de recibir auxilio alguno. El botín que había ganado en la fortaleza de San Diego no era bastante para compensar el peligro a que se exponía. Las páginas postreras de la campaña de Morelos se empezaban a escribir con acendrado dolor para la causa mexicana.

La política de Morelos
Al enterarse Morelos de las proclamas conciliadoras de Calleja, comentó ante sus lugartenientes:
- Que entregue el bastón de mando a los criollos y quedaremos en paz.
Era el criterio de la época; Morelos no podía tener otro. No podía imaginar siquiera que el gobierno fuera a pasar a los mestizos o las masas indígenas. Los indios morían en las batallas, en las minas y sobre los surcos del campo, pero no tenían posibilidad de ejercer ningún poder político. Así pensaban los españoles -desde la Conquista- y así pensaban los insurgentes, en plena guerra de Independencia. Se podía hablar de libertad, de igualdad, de tierras, de beneficios morales, pero no se podía imaginar en un ejercicio político encomendado en las manos de los indios.
Al margen de la guerra, o entre la guerra misma, Morelos se entregó a trabajos políticos a los cuales lo incitaban su clara y poderosa inteligencia. No le podía ser extraña la función social de la causa que defendía. Era necesario crear y ordenar la doctrina del movimiento insurgente. Con pasión se entregó a esta tarea. Se ha llegado hasta a señalar el tiempo que le absorbió esta ocupación. Se dice que de agosto a noviembre de 1813 se entregó a estas actividades salvo viajes de inspección en las zonas rebeldes.
Morelos formó parte de la Junta de Gobierno de Zitácuaro. Cuando conoció la Constitución de 1812 rechazó la idea de que permaneciera en ella el nombre de Fernando VII. Para Morelos Fernando VII era un extraño y su nombre era nefasto para el porvenir de la vida de México. Morelos se empeñó en formar un Congreso. En una de sus sesiones dio a conocer su famoso discurso titulado “Sentimientos de la Nación”.
Pero ante los descalabros militares que sufría la causa de la Independencia, ante las intrigas que empezaban a tomar cuerpo en el propio bando de los insurgentes, ante las humillaciones de que se había hecho víctima a Morelos, un día éste y Galeana hablaron así:
Galeana dijo:
- Todo se ha perdido porque usted se ha confiado en hombres que no servían para las armas. Me vuelvo al campo para vivir en paz.
Morelos le contestó:
- Si este último esfuerzo resulta inútil, esté seguro de que también yo me refugiaré en el campo en busca de tranquilidad. El Congreso prosiguió sus sesiones caminando de un sitio para otro. Un día estuvo en el rancho de las Ánimas, otro en Ajuchillán, después en Uruapan. Perseguido de continuo, se refugió en Santa Efigenia de Poturo, en Tiripitío, en la zanja de Apatzingán y en Ario. Aquello era un continuo peregrinar ante el acoso tenaz de los realistas.
En Apatzingán, el 22 de octubre de 1814, el Congreso expidió el documento que se llama “El Derecho Constitucional”. En el acto de su promulgación estuvo presente Morelos en el cual manifestó su entusiasmo y su alegría entre la concurrencia. Pero, en el fondo estaba abatido por las noticias que a diario recibía de los campos de batalla. Había perdido a Matamoros y a Galeana. Cuando hablaba de ellos decía:
- Eran mis propios brazos.
Las ideas políticas de Morelos han sido recogidas por la propia conciencia nacional. Morelos quería la Independencia de México, el reparto de la propiedad, la suspensión de la esclavitud, la destrucción de castas y la creación de un sistema republicano sobre la base de igualdad y libertad.
Por estas ideas un día Andrés Quintana Roo le dijo:
- Dios bendiga a usted, señor Morelos, lo que piensa usted acerca de México es verdad y verdad admirable.


Víspera del final
El Congreso no se podía sentar en ninguna parte. De modo tenaz Agustín de Iturbide le seguía de cerca los pasos. Como posible refugio se pensó en Tehuacán. Para ello había que marchar desde Uruapan cruzando sendas amagadas por los realistas.
Para emprender tal marcha Morelos hizo acopio de toda su energía y habilidad. Sus tropas no llegaban a 1 000 hombres de los cuales sólo 500 tenían armas de fuego. Con tan pequeña fuerza se propuso evitar todo encuentro con el enemigo. Morelos hizo lo posible por desorientarlo a fin de que no se fiera cuenta de la ruta que seguía ni menos de su meta. El gobierno más que capturar a los miembros del Congreso quería apoderarse de Morelos, el hombre que consideraba de más peligro. Hubo un momento en que pareció que Morelos había logrado sus propósitos. Pero fue ilusión de un momento. Al fin tuvo que aceptar el encuentro y la lucha con el ejército realista. Morelos hizo, previamente, que los miembros del Congreso se pusieran a salvo y prosiguieran su marcha por senderos menos expuestos.
El combate tuvo lugar en las lomas de Tezmalaca. Desde un punto en el que Morelos entendió que el encuentro le iba a ser fatal. Las filas insurgentes pelearon dividiéndose así: el ala derecha bajo la jefatura de Lobato, el ala izquierda al mando de Nicolás Bravo y el centro a las órdenes directas de Morelos. Después de breve tiroteo ante un enemigo más numeroso y mejor pertrechado, cundió el pánico entre los insurgentes. La derrota había llegado. El genio militar de Morelos no encontró posible recurso para salvar la situación. Morelos iba ya sin caballo, en la espesura de la selva, cuando en un claro se encontró con el realista Matías Carranco. Morelos quedó prisionero. Al aprehensor se le concedió el Sello de las Armas Reales y lució una leyenda que decía: “5 de noviembre de 1815”.


El proceso
Morelos fue conducido a México. Junto con él fue el cura José María Morelos, capellán del ejército insurgente. La comitiva se detuvo en Tlalpan donde durmió el prisionero. Al día siguiente llegaron a México los guardianes y el preso a quien encerraron en una celda de la Ciudadela.
Se instruyó el proceso en el que tomaron parte el Consejo de Guerra y el Tribunal de la Inquisición. Durante las reuniones del proceso no se escatimaron las acciones más humillantes y dolorosas para Morelos. Pero su entereza no decayó. Era el mismo héroe de las grandes luchas por la Independencia de México.

El sacrificio
En un coche a las seis de la mañana del 22 de noviembre de 1815, abandonó Morelos la ciudad de México. En el coche iban sus guardianes y un cura que le prestaba sus auxilios espirituales. Al pasar por la Villa de Guadalupe Morelos pensó que ahí lo iban a fusilar.
- Aquí me van a sacar; vamos a morir - dijo a sus acompañantes.
Pero el coche siguió hasta San Cristóbal Ecatepec, sitio designado para el sacrificio.
En San Cristóbal, bajó el prisionero, se le introdujo en un cobertizo y se le ofreció una taza de caldo. Llegaron varios sacerdotes vecinos para ayudarle a bien morir. Morelos habló de cosas indiferentes con el jefe encargado de su custodia. En un momento éste le dijo:
- ¿Sabe usted a qué ha venido aquí?
- A morir - respondió Morelos.
- Tómese el tiempo que quiera - le contestó.
- Antes me fumaré un puro; es mi costumbre - comentó Morelos.
Fumó despacio, tiró la colilla y dirigiéndose a su guardián le dijo:
- Un abrazo; no hay que afligirse.
- ¡Señor General!
No quiso que lo vendaran y avanzó con torpeza porque le pesaban los grillos de los pies. Le habían atado los brazos con las correas de los fusiles.
El oficial dijo:
- Hínquenlo aquí.
Morelos se hincó sin ayuda de nadie, de espaldas a los soldados. Sonó la descarga de cuatro fusiles y Morelos cayó aún con vida. Le dispararon otra vez.
Un cura cubrió su cuerpo con la capa de Morelos. A las cuatro de la tarde lo enterraron en el cementerio de la parroquia de San Cristóbal.
Así nació a la gloria de México don José María Morelos y Pavón, héroe de la Guerra de Independencia.

 


Decreto de Morelos expedido en 1810
El bachiller don José María Morelos, cura y juez eclesiástico de Carrásquaro, Teniente del Excelentísimo señor don Miguel Hidalgo, Capitán General de la América, por el presente y a nombre de su Excelencia, hago público y notorio a todos los moradores de esta América, el establecimiento del nuevo gobierno por el cual, a excepción de los europeos, todos los demás no se nombran indios, mulatos, ni castas, sino todos se denominen americanos. Nadie pagará tributo, ni habrá esclavos en lo sucesivo y todos los que los tengan, serán castigados. No habrá cajas de Comunidad, y los indios percibirán la renta de sus tierras como suyas propias. Todo americano que deba cualquier cantidad a los europeos no está obligado a pagársela; pero sí, al contrario, el europeo, pagar, con todo rigor, lo que deba al americano.
Propósitos de Morelos
Los historiadores han señalado cuáles eran las ideas políticas de Morelos en relación con el Congreso por él promovido.
He aquí algunas:
1. Formar un núcleo insurgente capaz de organizar las fuerzas rebeldes que no siempre actuaban con unidad ni con disciplina.
2. Declarar, de modo terminante, la Independencia de México.
3. Suprimir, en cualquier programa político, el nombre de Fernando VII.
4. Crear y fortalecer la personalidad política de México.
5. Legislar todo lo relativo al reparto de la propiedad, a la supresión de la esclavitud y de las castas.
6. Legislar de modo humano y justo la distribución de los impuestos.
7. Establecer el régimen Republicano.
8. Declarar la igualdad, la libertad y el buen gobierno al servicio del pueblo.
Morelos se dirige a los habitantes de Oaxaca
El 23 de diciembre de 1812 se dirigió en estos términos a los habitantes de Oaxaca:
Las Cortes de Cádiz han asentado, más de una vez, que los americanos son iguales a los europeos, y para halagarnos más, nos han tratado de hermanos; pero si ellos hubieran procedido con sinceridad y buena fe, era consiguiente que, al mismo tiempo que declararon su independencia, hubieran declarado y nos hubieran dejado libertad para establecer nuestro gobierno, así como ellos establecieron el suyo.
Ya no hay España, porque el francés se ha apoderado de ella; ya no hay Fernando VII porque o él se quiso ir a su casa de Borbón a Francia y entonces no estamos obligados a reconocerlo por Rey, o lo llevaron a la fuerza y entonces ya no existe. Y aunque hubiera un reino conquistado le es lícito reconquistarse y a un reino obediente le es lícito no obedecer a un rey, cuando es gravoso en sus leyes.


Sentimientos de la Nación
Algunas ideas que expuso Morelos en este célebre documento que presentó al Congreso mexicano:
1. Que América es libre e independiente de España y de toda otra nación.
2. Que la soberanía dimana del pueblo y que sólo se deposita en sus representantes.
3. Que los poderes de la Soberanía se dividan así: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
4. Que los empleos se otorguen sólo a los americanos.
5. Que sólo se admitan extranjeros en el territorio nacional aquellos que sean artesanos y capaces de instruir a los nativos.
6. Que los extranjeros que vengan al territorio no sean sospechosos de mala conducta o enemigos de nuestra independencia.
7. Que las leyes deben ser superiores a los hombres.
8. Que las leyes que dicte el Congreso deben obligar a constancia y patriotismo y sirvan para moderar la opulencia y la indigencia y así se aumente el jornal del pobre, mejorando, además, sus costumbres, alejándolo además de la ignorancia, de la rapiña y del hurto.
9. Que las leyes comprendan a todos, sin reconocer cuerpos o personas de privilegio.
Principio y fin de la guerra de Independencia
La guerra por la Independencia de México empezó el 16 de septiembre de 1810, con el grito de Dolores (Guanajuato). Esta guerra terminó el 27 de septiembre de 1821 con la entrada a la ciudad de México del Ejército Trigarante. La guerra duró once años y once días.

Unas coplas populares de la época de Morelos
Rema, nanita, rema,
rema y vamos remando,
que los gachupines vienen
y nos vienen avanzado.
Por un cabo, doy dos reales;
por un sargento, un doblón;
por mi General Morelos
doy todo mi corazón.


Abreu Gómez, Ermilo. Morelos. Primera edición en colección “Homenaje a Ermilo Abreu Gómez”. SEP. México, 1985.

Sentimientos de la Nación (texto completo)

 

HUMANISTAS MEXICANOS

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Agradecemos el apoyo para la realización de este proyecto de:


FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS. UNAM

 


GOBIERNO DEL ESTADO LIBRE Y SOBERANO DE MORELOS





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