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HUMANISTAS MEXICANOS

 

HUMANISTAS MEXICANOS


FRANCISCO PASCUAL GARCÍA
Miembro de la Academia Mexicana

Generación 1855
Nació en San Juan Chicomoxúchitl, Oax., el 17 de mayo de 1856; falleció en El Paso, Texas, E.U.A., el 9 de noviembre de 1927. Ingresó en la Academia el 22 de julio de 1909 como numerario; silla que ocupó: VII (4º). Correspondiente en enero de 1896; de Número, en 1909.


P
odría decirse, tanta en penetración y universalidad fue la inquietud política de don Francisco Pascual García, que quiso ser con doblados afanes un ciudadano ejemplar. Consciente, con líquida, esto es, con clara visión de lo que es la comunidad, la comunidad mexicana, la suya propia, y, en particular, la de su tierra natal, Oaxaca, tuvo constantemente ojos de advertencia para escudriñar, analizar, relacionar y, principalmente, para ordenar, coordinando y subordinando, desde luego las positivas realidades en que nos desenvolvemos los mexicanos, y después, el peso, a veces sutil, a veces agobiante, del ambiente moral en que, queramos o no, discurren nuestras vidas. Su curiosidad intelectual, servida por su ánimo de ir a las causas, por tanto a las explicaciones últimas, lo llevó, desde los comienzos de su actividad de escritor, exactamente a los 15 años, a comunicar sus ideas, a controvertir, a convencer, y como consecuencia de esto, a dar testimonio de una verdad, el catolicismo, verdad que él hacía suya y en la que, por esto mismo, ponía el toque de sus personales puntos de vista, o, como decimos ahora, de sus muy propias vivencias.
   Fue seminarista, lo que no quiere decir que haya sido un aspirante frustrado del sacerdocio. Haber sido seminarista le valió el contacto permanente con la antigüedad clásica, el gusto por las bellezas literarias de los griegos y de los romanos, las cuales siguen siendo el descubrimiento, siempre nuevo en cada uno de los que se acercan a ellas, de las profundidades del espíritu humano, y le valió, sobre todo, el conocimiento de las razones, modos, diferencias, genialidades y hallazgos de los pensadores cristianos, desde los santos Padres de Oriente y Occidente y los filósofos escolásticos, hasta los grandes tratadistas de los tiempos modernos. Fue, en el pleno sentido de la palabra, un hombre de sólida cultura.
   Ante todas cosas fue un jurista. Conoció el derecho positivo, lo que es decir el cuerpo de nuestras leyes; pero la verdad legal, siendo jurista, como fue, y de los eminentes, la hizo depender, a fin de que tuviera validez plena, de las nociones indubitables de la justicia. Los jueces, y esto es verdad primaria, dicen lo que es el derecho, jus dicere, en latín. Y lo que dicen los jueces, lo que dice el derecho, es lo que señala, estatuye, afirma y sostiene la justicia. El Código de la Reforma, obra de grades alcances filosóficos, en la que don Francisco Pascual hace derroche de erudición y que muy a la clara nos conduce a los principios, es un modelo de sabiduría jurídica.
   Periodista lo fue a lo largo de su vida. La prensa periódica es un medio de comunicación, sin duda el más eficaz, pese a la televisión y a la radio, en gracia a ser individual, a convidarnos, como lectores que tenemos en la mano un periódico, a ser los únicos beneficiarios de éste, y a reflexionar, por el mismo consiguiente. Hoja volandera, que envejece al día siguiente, pero que, como quiera que sea, nos hace pensar.
   Se dedicó don Francisco Pascual García a la historia y produjo un estudio, notable y todavía válido, sobre las razas del Estado de Oaxaca, las que estudia en su individualidad cultural, desde el punto de vista lingüístico y, señaladamente, como él dice textualmente, en su "capacidad para la civilización".
   Fue maestro, y desde muy joven y, con singular prestancia, fue controversista, defensor de su credo, pero no a la manera de los que reivindican el derecho a profesar una religión, cosa, por cierto, muy puesta en razón, sino a la manera de los que, informados, sesudos, por otra parte, demuestran por la bondad misma de las ideas y por la confrontación de estas ideas con los hechos, engendradora esa confrontación de elevación humana, que hay una vida civilizada, de un contenido superior, la cual vida es la de la sociedad cristiana.
   Político, y de civismo permanente, inquieto, por tanto perseguidor de constancia grande de los derechos del ciudadano, trajo su credencial de diputado para esa legislatura, la de Madero, contraste respecto de las anteriores y, habrá que reconocerlo, de las posteriores. Luis Cabrera en esa legislatura llevaba, como quien dice, la voz cantante. Era con él, representante, doctrinario y defensor de los intereses del gobierno maderista, con quien los demás dialogaban. Que tenía talento, la respuesta pronta y la malicia del hombre avezado, nadie será osado negarlo. Y Luis Cabrera inventó, y su invento corrió buena suerte después, el criterio político, el cual se aplicó en este caso con notoria inquina, en contra de don Francisco Pascual García, al ser desechada su credencial y serle birlada su diputación.
   Un caso muy común, todavía hasta hace poco en México, es patentemente el de don Francisco Pascual García. De las razas indígenas, en desamparo, respecto de muchos menesteres mínimos de la vida civilizada de la era industrial, la cual empezó con el maquinismo, han sobresalido varios de sus individuos, como el mismo don Francisco Pascual. De entre muchos de los mestizos y blancos, hayan sido pobres o de mediano pasar, y aun ricos, han descollado algunos por su saber. Y los unos y los otros han tenido su punto de partida, su formación y disciplinas intelectuales en los Seminarios. Ejemplos: el señor Benemérito, Ocampo y en estos últimos tiempos Múgica.
   El tema se presta a un estudio concienzudo. Se trata del fenómeno del ensanchamiento de la personalidad.
Jesús Guisa y Azevedo
Semblanzas de Académicos. Ediciones del Centenario de la Academia Mexicana. México, 1975, pp. 102-104

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Agradecemos el apoyo para la realización de este proyecto de:


FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS. UNAM

 


GOBIERNO DEL ESTADO LIBRE Y SOBERANO DE MORELOS





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